Tuesday, January 13, 2009

No es promedio

Ya no le gustaba hacer exámenes de ningún tipo. Se lo había prohibido a sí misma que no haría ningún otro examen de personalidad, que eran todos basura, chatarra y no servían para nada. Ni una más, ninguna prueba de inteligencia ni de memoria,ni de caracter ni de conocimiento en la cama, ni de nada. Estaba cansada de quererse descubrir, de querer comprender un poco más de qué ocurría en su cabeza, y después de contestar entre 10 a 20 preguntas la única contestación certera que recibía era que todo indicaba a que era una persona promedio. "¿Promedio?" repetía en su mente, sin entender. "¿Soy promedio?" pensaba mientras fruncía la frente y ponía la cara como la de persona que lee una receta y ve ingredientes que nunca ha conocido en su vida, medidos en gramos, centígramos y mililitros.

"Y los últimos estudios demuestran que en promedio, cinco de cada 10 mujeres de Villa Traición terminarán en una relación poco saludable en la que no serán felices", escucho decir en la radio mientras conducía su auto. Inmediatamente cambió de emisora; "... al carajo los promedios... " dijo en voz alta, mientras esperaba a que cambiara el semáforo en un día particularmente soleado y caluroso, entre las 3 y 4 de la tarde. De esos días que miras la carretera y hasta las líneas que dividen los carriles parecen derretirse y parecen querer despegarse y salir corriendo. Mientras esperaba miraba a sus alrededores y al otro lado de la calle, "Protégete: una de cada cinco personas tiene una enfermedad venérea" le decía el cruzacalle. "... pfff, y seguimos con la estadísticas... ¿este semáforo nunca cambiará?", pensó mientras tarareaba la canción en la nueva emisora.

Cambió el semaforo, "... al fin movimiento... ", pensaba mientras miró el reloj, "Voy tardísimo". Ya se podía imaginar la cara de empleado de Gobierno que tendría su hermana, puesto que le había repetido mil veces que llegara temprano a buscarla y lo mucho que odiaba llegar tarde a los lugares. Le fastidiaba mucho pensar en la cantaleta que le daría su hermana por los próximos 20 a 40 minutos que se tardarían en llegar a casa de su madre, pero qué más daba, ya estaba acostumbrada.

Estacionó su auto en el lugar usual para recoger a su hermana, frente al edificio Vistas de Villa Traición en plena avenida bajo el letrero de prohibido estacionarse. Se bajó de su auto y con mucho ajoro entró al edificio, donde paró cerca de la puerta en lo que sus ojos se ajustaban al cambio de iluminación. Prosiguio hacia los elevadores y oprimió el boton de subir. "Tras que llegas tarde me ignoras", escucho decir y se dió la vuelta. Ya su hermana estaba sentada en el vestíbulo, con la mismísima cara que había cara había construido en su imagen mental, atinando hasta la forma en que arrugaba la nariz cuando estaba muy molesta. Le sonrío pero no obtuvo nada a cambio, lo que le causó un poco de gracia. "De qué te ríes, mira la hora que es ya", le dijo con tono de policía que descubrió ese día que su esposa le es infiel. "De nada... Estoy muy bien... ¿y tú? Gracias por preguntar", le contestó sarcásticamente. A lo que su hermana respondió con una mirada de púdrete, y una exhalación de toro en corrida.

Su hermana había sufrido un serio accidente de auto apenas dos meses atrás, y todavía no había recuperado completamente el uso de su pierna derecha. Desde el día del accidente ella la carreteaba, arriba y abajo, incluyendo sus visitas semanales a cenar a casa de su madre. Salieron del edificio y se dirigieron al auto lentamente y con mucho cuidado, caminando como viejito con bastón en un centro comercial. Andaban tan despacio y concentradas en la tarea que al igual que muchos conductores que transitaban la avenida, no habían notado que del edificio bajo construcción al otro lao de la calle se había soltado el carrito de hotdogs que tradicionalmente se estaciona en cualquier construcción de más de dos meses. El carrito, lentamente pero ganando velocidad, se dirigía hacia ellas cargado de deliciosos hotdogs que se deshacen en la boca, chili, cebollitas, repollo y papitas. De color metálico y muy brilloso, equipado con sombrilla multicolor, el carrito ya se metía en la avenida y comenzaba a cruzar, mientras la personas esperando el cambio de semáforo en la intersección miraban con cara de perro confundido tras recibir un regaño de su amo. Mientras todo esto ocurría, ya ella terminaba de acomodar a su hermana y comenzaba a caminar, sin percatarse de lo que ocurría, hacia el lado del conductor del auto. Caminaba con las llaves del auto en la mano y mil pensamientos en la mente cuando de pronto el tiempo comenzo a correr en cámara lenta. Escuchó los chillidos de goma de carro frenando en apuros muy cerca, demasiado cerca, seguido por el sonido de un choque , el sonido que todo el mundo espera con los ojos cerrados después de escuchar un gran frenazo.

Cuando abrió los ojos sólo vio venir hacia ella una gran lluvia de hotdogs, chili, cebollitas y papitas que provenía del carrito que chocó un conductor que venía demasiado rapido como para frenar a tiempo. Fútilmente trato de cubrirse con las manos el pelo y la cabeza pero ya era tarde, estaba cubierta de pies a cabeza en una deliciosa mezcla de comida rápida. Había hotdogs por todos lados, hasta uno que como si le hiciera falta, le había caído dentro de la blusa entre los pechos. Entre gente alarmada y gente muriendo de la risa, pensaba “vaya, que bien”, sin saber si reírse o llorar, “... dentro de que promedio de personas caigo en ésta ...”.