Friday, August 21, 2009

Doña Ramona llegó a Villa Tración, allá para los milnovecientosdiesipico. Había recorrido toda la zona buscando empleo como empleada doméstica, y luego de trabajar en prácticamente toda la zona, se acordó que tenía una prima que era vecina de la ahijada de Doña Raquel Martínez de Fuentes, esposa de Don Gerónimo Fuentes Concepción, dueño y señor de una de las haciendas más prestigiosas de Villa Traición. Llegó con su nieta de 15 años, Josefina.

Las dos llegaron a Villa Traición, aterrizaron en la casa de la prima que era vecina de la ahijada de Doña Raquel Martínez de Fuentes, y en pocos días, ambas se instalaron en la Hacienda Los Laureles, en donde Doña Ramona se hizo cocinera (Don Gerónimo llevaba dietas especiales por sus cólicos) y Josefina ayudaba en todo lo demás. Todos sabían que al viejo le había gustado la niña, pero se hacieron de la vista larga, excepto Doña Ramona que un día dijo: "El día que usté le ponga un dedo encima a la niña, será su último, y con usté se va su familia y su hacienda".

Una noche, Don Gerónimo esperó a que todas las luces de la casa se apagaran, bajó sigilosamente las escaleras, y se dirigió a la cocina. Mientras Josefina terminaba de barrer, Don Gerónimo se le avalanzó encima e intentó abusarla. Ella se resistió y entonces al pobre viejo le entraron los violentos y usuales ataques estomacales y salió corriendo. La niña, asustada, salió corriendo a su cuarto. Estaba tan nerviosa que no supo explicarle bien lo sucedido a su abuela y ésta, creyendo que Don Gerónimo había deshonrado a la niña, salió sigiliosa de la casa, fue directo al granero, agarró una hoz y regresó a la casa. Subió las escaleras y fue directo a la habitación donde descansaban los esposos. Abrió la puerta, "se lo advertí, Don Gerónimo", y de una le abrío el estómago al viejo. Un chorro de sangre la salpicó en la cara, y como si estuviera poseída por el mismísimo demonio, hirió de muerte a Doña Raquel, ocasionándole una herida que casi le dejó la cabeza colgando de un hilo. Luego, se dirigió hacia las habitaciones de toda la hacienda, picando a todos y cada de los que vivían allí, los hijos de Don Gerónimo con sus familias y a todos los empleados. El único que se salvó fue Juanito, nieto los esposos. Un nene de 12 años que tenía la mala costumbre de andar espiando y enterándose de asuntos de gente mayor.

Aún en el trance, Doña Ramona fue a la cocina, agarró un quinqué, y en menos de tres minutos más de la mitad de la casa estaba en llamas. Luego, se encerró en su habitación con la nieta, la abrazó y juntas se acostaron a esperar la muerte.

Ardió la Hacienda Los Laureles, y cuantos vivían allí. Dicen que el fuego duró tres días, hasta que la lluvia llegó por clamor de la gente, quienes creían que las llamas acabarían con todas las casas y establecimientos del pueblo.

Juanito, con su tartamudeo habitual, contó la historia cientos de veces. La gente parecía fascinada con la tragedia. Pronto pasó el tiempo y el gobierno se encargó de restaurar la hacienda y ponerla a la venta. Crecieron los rumores y los cuentos exagerados: "... si pasas cerca de la hacienda después de las 12 de la medianoche, escucharás gritos... gritos de las ánimas quienes fueron pasados por la hoz ...", "... vas a escuchar los pasos arrastrados de Ramona.. y el sonido de la hoz cortando carne humana ...".

Con estos cuentos nos recibieron a mí y a mi familia. Nadie quería que comprámos la hacienda. A mí este tipo de cuentos de muertos no me asusta, pero, mi mujer está que no pega un ojo en las noches desde que nos mudamos. Dice que ve sombras, que escucha la voz de un hombre quejándose de dolor de estómago y que ve manchas de sangre por todas partes.