Tuesday, December 8, 2009

Realmente no era una mujer fea, pero de verla como que se te paraban los pelos y se te ponía la piel de gallina. Doña Georgina Rodríguez era una de esas señoras que las recuerdas viejas desde que tienes razón de ser. Flaca como una espiga, un tanto encorbada y siempre vestida con las mejores galas de tiempos pasados. Lapiz labial vino, cartera y zapatos que hacían juego y un peinado que de seguro se lo hizo a los 15 años y como vio que le quedaba muy bien, pues se lo dejó toda la vida. De caminar lento y de voz grave. Tenía gracia,Doña Georgina Rodríguez, pero la verdad es que espantaba hasta al niño más simpático. La llamábamos "bruja", y es que todos sabían que a Doña Georgina le gustaban esas cosas de mandar a hacer trabajitos, prender velas y de decir plegarias y refranes extraños. Nunca olvidaré un día que vino a visitarnos y estaban mi abuela y ella hablando de gente muerta, de velorios y funerales, y yo jugando cerca de ambas. Yo comencé a silbar la canción que cantaba mi abuelo cuando se iba al huerto a recoger tomates, y Doña Georgina detuvo la conversación, me agarró violentamente por el brazo y me dijo: "De noche no se pita".
Un día... yo tenía como 10 años... estábamos todos celebrando los festejos navideños en la casa de mi tío Rómulo. Mis tíos acaban de cantar Tengo mi finquita, tengo mi bohío, y una jibarita linda que es el amor mío, y cuando ya todos estaban guardando sus instrumentos para continuar la fiesta, de pronto entró Doña Georgina por la puerta principal de la casa, como alma que llevaba el Diablo. No hizo más que abrir la puerta, poner un pie en la casa, y el árbol de Navidad se tambaleó, entró una brisa helada de esa que se mete por los huesos y la gente gritó. Mi prima Lucía, que para aquél entonces estaba de cuatro meses de embarazo, gritó que el niño se le meneaba como una culebra en el vientre; Don Fermín se tiró al piso, y en la caída se agarró fuerte de las faldas de Doña Josefa, y casi la deja semidesnuda; Doña Leonor, Doña Virginia y mi mamá se desmayaron en cadena y Tío Chano empezó a hablar en lenguas; los niños se escondieron bajo las faldas de sus madres y mi papá se agarraba el corazón como si fuese a darle un infarto.
Así mismo como entró, así mismo salió de la casa, no sin antes mirar a cada uno de los que estaban allí con cara de muerte. Al salir se llevó la brisa helada y los supiros de todos los que allí estábamos. Naturalmente, la fiesta se acabó justo en ese momento, guardaron instrumentos, recogieron la comida, cerraron portones, se montaron en los carros y a dormir.
Al otro día, recibimos la noticia que Doña Georgina había muerto. Murió sola. Cuando la encontraron, estaba sentada en su mecedora, con los ojos abiertos, vistiendo su traje negro de encajes dorados y con su gato, Jinete Rodríguez, en su regazo. El gato también estaba muerto.

Wednesday, December 2, 2009

La última vez que lo vi estaba muy contento. Tenía mucha ilusión de llevársela a ver el mar. Cuando Federico se casó, creo que por lo más que estaba emocionado, más que con el casamiento porque ellos estuvieron "casados" desde siempre, era llevar a Cristi a ver el mar. Los días que siguieron a la boda, y los preparativos con el viaje de luna de miel, lo tenían tan ocupado, que casi ni nos despedimos. Yo también estaba andaba muy ocupado con la construcción del conservatorio, los planos, los proyectos profesionales y los personales, mi familia, que no me alcanzó el tiempo para desearle prosperidad y felicidad, y todo ese protocolo que conlleva ser un buen amigo de la infancia.
Yo repaso esos días, sabes... los repaso. En fin, no sé mucho cómo fue la cosa, pero recuerdo con exactitud el día que me dieron la noticia. Yo salía a toda prisa del trabajo para ir a buscar a Sol, porque me llamaron que se había peleado en la escuela. De camino, entre preocupado y un poco enojado, iba muriéndome de la risa porque era Sol, la más tranquila de mis tres hijas. Entonces, llegué a la escuela, busqué a la niña para luego llevarla a la casa de la abuela, porque Mercedes estaba en la oficina y al parecer tenía muchos pacientes ese día. Llegué a la casa de mi suegra y me recibe con la noticia de que a Federico y Cristi los habían dado por desaparecidos en las Brumas, unas islas cercanas a la costa norte de Monte Azul. La mala noticia tuvo doble efecto, porque primero, no aparecían por ninguna parte y segundo, que estaban lejos. En Villa Traición no desaparece ni se pierde nadie.
Regresé al trabajo. Llamé a la casa de los padres de Federico y no contestaban. Llamé a la casa de la hermana de Cristi, y no contestaba. Justo ahí me dió el bajón de azucar de cuando el estrés se apodera de mi cabeza. Tuve que sentarme, tomar jugo. Me levanté más rápido que volando. Llegué a la casa de Don Fermín. Allí estaban todos. La cara de Don Fermín lo dijo todo, y yo, no pude más agarrar al viejo, mi segundo padre, abrazarlo y decirle "lo siento". Entonces lloró, y lloré. Entré a la casa, lloramos juntos, y luego llamé a Mercedes para darle la noticia.
Andrés, el hermano gemelo de Francisco, me dijo que justo antes de yo llegara a la casa, los había llamado por teléfono. Me dijo que Francisco y Cristy desaparecieron el mismo día que llegaron. Al parecer fueron una la playa que estaba frente al hotel donde se hospedarían, y luego no los vieron más. Una semana después un pescador alertó a la policía, de que en un bosquesito cercano a una de esas cuevas de mar, había dos personas ahorcadas... ... ya no quiero hablar de esto.

Wednesday, October 21, 2009

Señoras Que Limpian

Era otra mañana como todas las mañanas entre lunes y viernes en la comunidad de Alturas de Monte Verde, en la parte central de Villa Traición. Un lugar el cual en su comienzos por su precio y exclusividad atrajo a un grupo muy particular de ciudadanos, aquellos que decían o creían ser parte de la clase media-alta (si tal cosa existe porque aún dentro de las divisiones, hay oportunidad de clasificarse y dividirse más).

En este lugar, ocurría otra cosa muy peculiar, una migración mañanera, a eso de entre las ocho y nueve de la mañana. Un ritual puntual y sincronizado de señoras, todas entre sus 30 o 40 y pico de años de edad que se desfilaban muy bien vestidas y maquilladas por las inmaculadas aceras de la comunidad, de camino a sus lugares de trabajo. Pero esta migración no consistía de las autodenominadas señoras de la clase media alta, si no de las "señoras que limpian". Así les decían, con desprecio, pero sin vulgaridad.

Contratadas para limpiar de lunes a viernes hasta el más insignificante pedacito de polvo o sucio de cada esquina, rincón o recoveco de la casa, y en general hacer cualquier tarea indeseable. Este escuadrón de señoras expatriadas conseguía trabajo salvando las manos, uñas y egos de sus jefas. Lavando los platos de comidas que no comieron y doblando ropas interiores que no utilizaron mientras buscaban formas de entretenerse con la vida escondida, que en su día les encontraban a sus jefes.: cartas de amantes, manchas de maquillaje en las camisas, conversaciones telefónicas sobre-escuchadas, facturas de moteles y de noches de vino que no se compartieron como lo mandaban las iglesias y leyes que los unieron. De todo,todito se enteraban las señoras que limpiaban, quienes se juntaban en las paradas de guaguas y de trenes, todas las tardes de semana, a jugar a quien tenía el mejor chisme.

Amas de varias casas y de ningunas a la vez, haciendo los quehaceres del hogar en hogares postizos. Para luego tener los recursos y hacer los mismo quehaceres en sus propios hogares.

Friday, August 21, 2009

Doña Ramona llegó a Villa Tración, allá para los milnovecientosdiesipico. Había recorrido toda la zona buscando empleo como empleada doméstica, y luego de trabajar en prácticamente toda la zona, se acordó que tenía una prima que era vecina de la ahijada de Doña Raquel Martínez de Fuentes, esposa de Don Gerónimo Fuentes Concepción, dueño y señor de una de las haciendas más prestigiosas de Villa Traición. Llegó con su nieta de 15 años, Josefina.

Las dos llegaron a Villa Traición, aterrizaron en la casa de la prima que era vecina de la ahijada de Doña Raquel Martínez de Fuentes, y en pocos días, ambas se instalaron en la Hacienda Los Laureles, en donde Doña Ramona se hizo cocinera (Don Gerónimo llevaba dietas especiales por sus cólicos) y Josefina ayudaba en todo lo demás. Todos sabían que al viejo le había gustado la niña, pero se hacieron de la vista larga, excepto Doña Ramona que un día dijo: "El día que usté le ponga un dedo encima a la niña, será su último, y con usté se va su familia y su hacienda".

Una noche, Don Gerónimo esperó a que todas las luces de la casa se apagaran, bajó sigilosamente las escaleras, y se dirigió a la cocina. Mientras Josefina terminaba de barrer, Don Gerónimo se le avalanzó encima e intentó abusarla. Ella se resistió y entonces al pobre viejo le entraron los violentos y usuales ataques estomacales y salió corriendo. La niña, asustada, salió corriendo a su cuarto. Estaba tan nerviosa que no supo explicarle bien lo sucedido a su abuela y ésta, creyendo que Don Gerónimo había deshonrado a la niña, salió sigiliosa de la casa, fue directo al granero, agarró una hoz y regresó a la casa. Subió las escaleras y fue directo a la habitación donde descansaban los esposos. Abrió la puerta, "se lo advertí, Don Gerónimo", y de una le abrío el estómago al viejo. Un chorro de sangre la salpicó en la cara, y como si estuviera poseída por el mismísimo demonio, hirió de muerte a Doña Raquel, ocasionándole una herida que casi le dejó la cabeza colgando de un hilo. Luego, se dirigió hacia las habitaciones de toda la hacienda, picando a todos y cada de los que vivían allí, los hijos de Don Gerónimo con sus familias y a todos los empleados. El único que se salvó fue Juanito, nieto los esposos. Un nene de 12 años que tenía la mala costumbre de andar espiando y enterándose de asuntos de gente mayor.

Aún en el trance, Doña Ramona fue a la cocina, agarró un quinqué, y en menos de tres minutos más de la mitad de la casa estaba en llamas. Luego, se encerró en su habitación con la nieta, la abrazó y juntas se acostaron a esperar la muerte.

Ardió la Hacienda Los Laureles, y cuantos vivían allí. Dicen que el fuego duró tres días, hasta que la lluvia llegó por clamor de la gente, quienes creían que las llamas acabarían con todas las casas y establecimientos del pueblo.

Juanito, con su tartamudeo habitual, contó la historia cientos de veces. La gente parecía fascinada con la tragedia. Pronto pasó el tiempo y el gobierno se encargó de restaurar la hacienda y ponerla a la venta. Crecieron los rumores y los cuentos exagerados: "... si pasas cerca de la hacienda después de las 12 de la medianoche, escucharás gritos... gritos de las ánimas quienes fueron pasados por la hoz ...", "... vas a escuchar los pasos arrastrados de Ramona.. y el sonido de la hoz cortando carne humana ...".

Con estos cuentos nos recibieron a mí y a mi familia. Nadie quería que comprámos la hacienda. A mí este tipo de cuentos de muertos no me asusta, pero, mi mujer está que no pega un ojo en las noches desde que nos mudamos. Dice que ve sombras, que escucha la voz de un hombre quejándose de dolor de estómago y que ve manchas de sangre por todas partes.

Thursday, June 25, 2009

La mayorca

Hoy llegué a la misma vez que ella a la oficina. Entramos a la vez. Ella comenzó a hablar de una película que vio hace poco. Yo también la había visto, así que comenté acerca del tema. Llevé mayorcas. Ella se comió una. Con disimulo, miré su boca cubierta de azúcar. Después la imaginé desnuda. La imaginé desnuda. Y el azúcar. Y desnuda.

Tuesday, June 9, 2009

¡14 SEGUIDORES!

¡Saludos!

.Lo que empezó como una tontera es ahora un blog que tiene 16 seguidores. Muchas gracias. Taimoor y yo estamos agradecidos, y prometemos escribir más a menudo. Es mañana publico otra historia. "No se vaya nadie", como dicen en la tele. Gracias.

Friday, May 22, 2009

Gregorio, el tasador

La primera vez que cuestioné las relaciones ilícitas entre mi papá y Paloma Díaz, mi mamá contestó: "... ahí también hay una historia de amor ...". Pronto tendré la mía. La primera vez que lo vi, se sentó a almorzar conmigo. En mi vida lo había visto. Recuerdo la camisa a cuadros, el pantalón algo ancho, las botas, y el pelo más o menos largo. Se sentó como si me conociera de toda la vida. Me gustó. No recuerdo mucho las cosas que me dijo, sólo que es tasador, y que trabajamos en el mismo edificio. No recuerdo mucho. Píldoras mágicas. Tres días después lo volví a ver. Se me escapó. Mis compañeras de trabajo lo veían casi todos los días. Yo nunca. Siempre pasa que cuando quieres ver a alguien, el resto del mundo tiene la suerte. A Dios le gustan los juegos chistosos. Hoy lo vi. Me puse nerviosa. Subí el elevador. Bajé. Él seguía abajo. Le pregunté el nombre. Tiene un anillo. Está casado. Mi papá. El ejemplo. Esta será mi historia de amor.

Monday, April 6, 2009

La carta

25 de junio de 1963

Agustina:

Te vi por primera vez cuando tenía 15 años y nunca quise mirar nada más. Contigo me bastaba. Sabía que serías para mí desde que te vi. Porque nunca hubo nadie como tú. Porque no existe persona que se te compare. Estoy a miles de cartas de ti. Me he descubierto a mí mismo. He descubierto que nunca fui una buena persona. He descubierto que soy un hijo de puta. En este momento te hago el favor de tu vida. No me esperes.

Juan

Wednesday, March 18, 2009

Protocolo

Miraba a todo el que estaba a su alrededor, quería ver quien lo miraba, quien lo observaba. Cuando hace contacto visual con alguien, rapido lo rompe, hace como si tubiera un proposito. Miraba el reloj, sacaba su mobil, volvía a mirar el reloj, pensarían que esperaba por alguien, pero realmente solo estaba parado ahí, al lado de la puerta del bar. Pasaban unos segundos y volvía a ver si quien lo miraba todavía lo hacía, casi nunca era así. Solo fue una mirada investigativa, de esas que uno le da a un perro que rebusca en la bolsa de basura en la acera. Decide entonces caminar, hacía ningún lugar en particular, pero con la urgencia de que lo esperan en aquella otra esquina. Cualquier otra esquina a la que prontamente llega y mira a sus alrededores con el mismo protocolo anterior, pero esta vez hace como si se le olvidara algo, y vuelve a donde estaba parado inicialmente, de un lado o del otro de la puerta del bar. No ve caras amigables ni nadie que lo espíe, así que entra al bar pide una cerveza y mientras espera que le sirvan examina las otras personas en el bar. Aparentan pasarla bien, conversan, ríen, beben, fuman al ritmo de la música del que monopoliza la bellonera con cinco pesos. Ese que canta y baila como si estubiera en la ducha de su casa despues de un día de playa.

Paga la cerveza, le da un sorbo, y decide hacer la fila del baño, aunque no tiene ganas ni necesidad de ir al baño. Llega al pasillo del baño, nada fuera de lo común aquí, personas que no se pueden quedar quietas por sus ganas de orinar y solo dos personas estan en fila, esta actividad la completará con rapidez. Mientras espera, sigue su protocolo de observación y de aparentar tener algo más importante que hacer, pero nadie en la fila dice nada, solo miran fijamente la puerta que dice "Caballeros". Del baño de hombres sale la persona que lo ocupaba, y entra el próximo en turno, mientras llegan dos mujeres con cervezas en las manos y sonrisas en las caras. Una de ellas lo mira y le pregunta si el baño de "Damas" esta ocupado a lo que contesta: "Sí, hay una mujer ahí hace como veinte minutos, o tiene algún problema que no queremos saber o hay que llamar a los bomberos para que la rescaten". Todos comparten una carcajada, de esas medias forzadas como cuando el jefe te dice un chiste, y vuelven al silencio. Las dos mujeres continuan su conversación previa y el trata de escuchar y reirse con ellas, pero ellas bajan la voz.

Casi simultaneamente salen de ambos baños los que los ocupaban y quedan solo él y una de las mujeres en sus respectivas filas, despues de que las dos mujeres se debatieran quien tenía más apuro. El intentaba hacer contacto visual con su compañera de fila de baño pero ella solo miraba las burbujas en el vaso de su trago y ocacionalmente el salón principal del bar. Mientras la analiza de arriba abajo, mirando sus pies con zandalias abiertas y sus dedos medios sucios de polvorin de carretera, del baño de hombres sale su ocupante, y al fin llega su turno. Entra al baño y busca un lugar para poner su cerveza, un lugar limpio en un baño de borrachos, un problema complicado de analisis alcoholico. Decide ponerla en el lavamanos, y se mira en el espejo. Se mira por uno o dos minutos y se acomoda el mechón de pelo que se esconde tras la oreja. Abre al grifo del lavamanos y deja el agua correr por unos segundos para luego volver a cerrarlo sin mojarse las manos, ni tan si quiera un dedo. Se mira un momentito más en el espejo, todo esta en orden, agarra su cerveza y sale nuevamente al bar. Así pasaba sus noches, así se las pasaba por Villa Traición.

Friday, March 6, 2009

La lengua

Si le preguntas a cualquier mujer de Villa Tración, todas y cada una de ellas te harán cuentos de sus experiencias personales en el transporte público, porque la verdad es que montarse en esas guaguas siempre ha sido lo peor. Para nosotras las mujeres, es más que peor. Es una cadena de tragedias: los conductores conducen como locos; los conductores no se percatan cuando la guagua va repleta y aún así, siguen recogiendo personas en las paradas; cuando hay muchas personas, entonces no hay asientos disponibles, y si encuentras uno, rápido lo cedes al viejo suduroso o a la viejita coja, entonces tienes que quedarte de pie; entonces, tienes que agarrarte de alguna cosa porque de lo contrario cada vez que acelera la guagua o cada vez que se detiene, podrías irte rodando hacia atrás o hacia el frente. Pero, el mayor problema que tiene el transporte público de Villa Traición son los hombres.

Recuerdo que aquel día andaba con un humor de perros porque estuve esperando más de 30 minutos en una parada, iba tarde al trabajo y por tercer día consecutivo estaba lloviendo, así como de huracán. Por fin aparece la guagua. Por fin subo. Naturalmente, no había ni un solo asiento disponible. Maldije a mi abuela muerta por haber parido a mi madre, a mi madre por haberme parido a mí, y a mí por estar destinada a parir. Entonces, me quedé de pie. Al rato, me percato que estoy parada literalmente frente a un hombre que no dejaba de mirarme los pechos. Y es que hay que ser bien asqueroso, porque yo no tengo nada. Aquí no hay nada. Yo no tengo para nadie. Visiblemente molesta, le di la espalda. Entonces sentía sus dos ojos, uno en cada una de mis nalgas, y el escalofrío de saber que un hombre feo, viejo y sudado me estaba mirando. Un joven se dió cuenta de lo que pasaba y me ofreció su asiento. "Siempre he confiando en la bondad de los desconocidos". Sonreí, le di las gracias y me senté.

Ahora tenía mejor vista al panorama de la guagua. Una señora enorme no dejaba de ligarse al cartero quien a su vez, se ligaba a la madre soltera de pantalón apretado, camisa con escote y coche con bebé; un niño correteaba por encima de los que estábamos sentados, mientras su madre le meneaba el rabo al empresario de zapatos sucios y maletín roto; un novio le tocaba los muslos a su novia, y ella hablaba por su teléfono celular: "... que cuál es el número de Antonio! que no te oigo que ando en la guagua! ...". De pronto sentí que me miraban otra vez. Esta vez no me estaban mirando los pechos ni las nalgas. Esta vez me estaban sacando la lengua. Sí. Un hombre me miraba, guiñaba el ojo derecho, sacaba su lengua fuera de su boca y se mojaba los labios de manera obscena. Incrédula, mire hacia atrás y luego comprobé que en efecto, la lengua era para mí. Tuve la peor imagen mental: el desconocido, su lengua, mi boca, la gente, mi cuello, saliva, sus manos, y entonces me entró un asco horrible y se me erizó la piel.

Justo en ese momento se detuvo la guagua y por la salida de atrás, entró un deambulante. El conductor frenó en seco, al punto que el niñito fastidioso que correteaba por los asientos, se golpeó feo y empezó a llorar como si lo estuvieran destripando. El conductor quería que el deambulante entrara por la otra puerta y pagara. El demabulante no quería bajarse. El conductor que sí. El deambulante que no. Y en conductor que sí y el demabulante que no, y yo que me levanté del asiento y grité: "ESTE PUEBLO ES UNA GRAN MIERDA". Y me salí. Juré nunca más volverme a subir, pero quién rayos camina de un lugar a otro en este pueblo. O te mojas, o te pierdes o te mueres.

Saturday, February 7, 2009

El fufú

Te lo voy a contar como me lo contaron. Cuentan que en la Pensión de Las Ánimas, allá en la calle Herminio Rodríguez, muy cerca del Pabellón de los Héroes Caídos, se formó la grande cuando alguien que vivía allí, o cerca de allí, hizo aquel terrible fufú que contagió de mala suerte a toda Villa Traición. En aquel tiempo la pensión era el hogar de una sarta de personajes folklóricos del pueblo: Mauricio Sánchez, quien luego se convertiría en el único escritor de literatura erótica del pueblo; Celestina Campos, la primera mujer que se atrevió desafiar a un hombre a duelo (lo mató, naturalmente); Justina Pérez, costurera y amante del alcade de Villa Traición; Alejandro Castro III, homosexual, actor frustrado; Juan Antonio Ramirez y su mujer, Rafaela, dos nacionalistas que se la pasaban peleando y armando escándalos; y la dueña, Doña Virginia Díaz y su nieto, José Ignacio Rivera, ella era maestra retirada, y el nene torturaba a todos los vecinos con su acordeón. En realidad eran más los que vivían en la pensión pero esos son los que vale la pena mencionar.

Dicen que el alboroto y escándalo de la pensión en aquellos tiempos era tal, que todas las noches algún vecino de otra pensión o casa aledaña llamaba a la policía y entonces comenzaba el desorden de luces incómodas y de gente hablando alto y seguido. La Pensión de las Ánimas era uno de los lugares más odiados de Villa Traición, hasta que un día se detuvo el tiempo y entonces las cosas cambiaron. Las cosas se pusieron peor.

Cuentan que un día de abril de pronto el día se puso muy lento. El clima se volvió loco y entonces llovía por 10 minutos y luego salía el sol, luego llovía por 10 minutos, luego salía el sol, luego llovía por 10 minutos, luego salía el sol, y el cielo cambiaba de violeta feo a amarillo raro. Cuentan que de la pensión no salía ni un solo ruido, y que la claridad y oscuridad del día creaba como ilusiones ópticas raras y que a veces parecía que el edificio ardía en llamas. Ese día no hubo policías ni peleas ni alboroto ni acordeón. Entonces, la pensión parecía muerta, y siguió muerta por seis días consecutivos. La gente que vivía allí parecía estar bajo los efectos de un terrible conjuro: el escritor tuvo atrofiada su mano izquierda por días; La asesina decía ver el fantasma de Nino "El tuerto" bailando desnudo en el baño; la costurera sólo podía ver en blanco y negro; el actor frustrado se había quedado mudo; los nacionalistas hablaban en lenguas y no podían entenderse; la maestra lloraba sin consuelo por estudiante que reprobó hacía 20 años atrás y su nieto había olvidado cómo tocar el acordeón. Entonces Villa Traición parecía hechizado. Era como si algo que salió de la pensión se hubiese apoderado del pueblo entero. La gente andaba loca. Hasta que Doña Encarna, la de la tienda de plantas raras y collares de colores, dijo: "Este pueblo está embrujado y el brujo lo hicieron en la Pensión de las Ánimas".

Doña Encarna y su hija Gertrudis fueron hasta la pensión y estuvieron tres días y tres noches buscando alguna cosa que diera pista de brujería. Hasta que encontraron varias cosas extrañas bajo la cama apolillada y rota que estaba en el sótano del lugar. No voy a mencionar los detalles de lo que encontraron allí porque todavía me da miedo. En fin, Doña Encarna convocó a sesiones de despojos en masa y luego de varias semanas todo volvió a la normalidad. Nunca nadie supo quién había hecho el brujo, pero todos sospechaba de una misma persona. Que me parta un rayo antes de mencionar su nombre. Nadie nunca olvidó el día que la Pensión de las Ánimas parecía el mismísimo infierno ni los días caóticos de Villa Traición.

Tuesday, February 3, 2009

Secretos

Las cosas del amor son así todas complicadas, o es que yo me complico por gusto. Me miras, pero no me miras; te hablo, pero no me escuchas; te hablo y no me prestas atención, en realidad haces que me prestas atención, pero no lo haces realmente. Yo me fijo. Estoy empezando a creer que soy un objeto decorativo que te pinta la vida bonita de vez en cuando, y en ese momento te das cuenta que soy algo importante, pero luego lo olvidas. Ya no respondes a los "te quiero". Ya no respondes a los "que lindo eres". Ya no respondes a los "Que te vaya bien". Ya no respondes a los "Ojalá te vea la cara todas las mañanas hasta el día que me muera". Y es que somos incompatibles, sabes, y yo quise creer que ese particular era lo más interesante de nosotros. Siempre fuimos diferentes el uno del otro. La gente lo decía. Entonces, ahora pienso que hay momentos en la vida en que a la fuerza queremos tener ciertas experiencias, y queremos encontrar cosas en donde no las hay. Yo creí que esas cosas sí existían. Y me culpo de todo. Por vivir en las nubes. Por querer vivir como en las canciones. Por querer vivir como en los poemas. Por pensar que la vida puede ser igual o mejor que cualquier película de las felices. Me culpo, pero me gané el premio. Porque este castillo lo construí yo. Porque me inventé mil formas para quererte. Porque envié cartas, hice dibujos, robé flores, hice acrósticos y crucigramas de amor, envié mensajes subliminales y te acaricié por telepatía. Me gané el premio, porque esto es lo mejor que me ha pasado en la vida. Porque por ti abrí los ojos y vi un mundo repleto de posibilidades. Entonces todo fue más lindo. Entonces todo fue importante. Entonce yo me sentí linda e importante.

Las palmadas en el hombro ya me tienen cansada. Las conversaciones forzadas ya me tienen casada. Las miradas perdidas ya me tienen cansada. El cariño forzado ya me tiene cansada. La rutina ya me tiene cansada. La telepatía ya no funciona ni las cartas ni los acrósticos. El amor mismo ya no funciona. Ayúdame a inventarme más cosas. Ayúdame a ayudarnos.

¿Porqué ya no me quieres?

Tuesday, January 13, 2009

No es promedio

Ya no le gustaba hacer exámenes de ningún tipo. Se lo había prohibido a sí misma que no haría ningún otro examen de personalidad, que eran todos basura, chatarra y no servían para nada. Ni una más, ninguna prueba de inteligencia ni de memoria,ni de caracter ni de conocimiento en la cama, ni de nada. Estaba cansada de quererse descubrir, de querer comprender un poco más de qué ocurría en su cabeza, y después de contestar entre 10 a 20 preguntas la única contestación certera que recibía era que todo indicaba a que era una persona promedio. "¿Promedio?" repetía en su mente, sin entender. "¿Soy promedio?" pensaba mientras fruncía la frente y ponía la cara como la de persona que lee una receta y ve ingredientes que nunca ha conocido en su vida, medidos en gramos, centígramos y mililitros.

"Y los últimos estudios demuestran que en promedio, cinco de cada 10 mujeres de Villa Traición terminarán en una relación poco saludable en la que no serán felices", escucho decir en la radio mientras conducía su auto. Inmediatamente cambió de emisora; "... al carajo los promedios... " dijo en voz alta, mientras esperaba a que cambiara el semáforo en un día particularmente soleado y caluroso, entre las 3 y 4 de la tarde. De esos días que miras la carretera y hasta las líneas que dividen los carriles parecen derretirse y parecen querer despegarse y salir corriendo. Mientras esperaba miraba a sus alrededores y al otro lado de la calle, "Protégete: una de cada cinco personas tiene una enfermedad venérea" le decía el cruzacalle. "... pfff, y seguimos con la estadísticas... ¿este semáforo nunca cambiará?", pensó mientras tarareaba la canción en la nueva emisora.

Cambió el semaforo, "... al fin movimiento... ", pensaba mientras miró el reloj, "Voy tardísimo". Ya se podía imaginar la cara de empleado de Gobierno que tendría su hermana, puesto que le había repetido mil veces que llegara temprano a buscarla y lo mucho que odiaba llegar tarde a los lugares. Le fastidiaba mucho pensar en la cantaleta que le daría su hermana por los próximos 20 a 40 minutos que se tardarían en llegar a casa de su madre, pero qué más daba, ya estaba acostumbrada.

Estacionó su auto en el lugar usual para recoger a su hermana, frente al edificio Vistas de Villa Traición en plena avenida bajo el letrero de prohibido estacionarse. Se bajó de su auto y con mucho ajoro entró al edificio, donde paró cerca de la puerta en lo que sus ojos se ajustaban al cambio de iluminación. Prosiguio hacia los elevadores y oprimió el boton de subir. "Tras que llegas tarde me ignoras", escucho decir y se dió la vuelta. Ya su hermana estaba sentada en el vestíbulo, con la mismísima cara que había cara había construido en su imagen mental, atinando hasta la forma en que arrugaba la nariz cuando estaba muy molesta. Le sonrío pero no obtuvo nada a cambio, lo que le causó un poco de gracia. "De qué te ríes, mira la hora que es ya", le dijo con tono de policía que descubrió ese día que su esposa le es infiel. "De nada... Estoy muy bien... ¿y tú? Gracias por preguntar", le contestó sarcásticamente. A lo que su hermana respondió con una mirada de púdrete, y una exhalación de toro en corrida.

Su hermana había sufrido un serio accidente de auto apenas dos meses atrás, y todavía no había recuperado completamente el uso de su pierna derecha. Desde el día del accidente ella la carreteaba, arriba y abajo, incluyendo sus visitas semanales a cenar a casa de su madre. Salieron del edificio y se dirigieron al auto lentamente y con mucho cuidado, caminando como viejito con bastón en un centro comercial. Andaban tan despacio y concentradas en la tarea que al igual que muchos conductores que transitaban la avenida, no habían notado que del edificio bajo construcción al otro lao de la calle se había soltado el carrito de hotdogs que tradicionalmente se estaciona en cualquier construcción de más de dos meses. El carrito, lentamente pero ganando velocidad, se dirigía hacia ellas cargado de deliciosos hotdogs que se deshacen en la boca, chili, cebollitas, repollo y papitas. De color metálico y muy brilloso, equipado con sombrilla multicolor, el carrito ya se metía en la avenida y comenzaba a cruzar, mientras la personas esperando el cambio de semáforo en la intersección miraban con cara de perro confundido tras recibir un regaño de su amo. Mientras todo esto ocurría, ya ella terminaba de acomodar a su hermana y comenzaba a caminar, sin percatarse de lo que ocurría, hacia el lado del conductor del auto. Caminaba con las llaves del auto en la mano y mil pensamientos en la mente cuando de pronto el tiempo comenzo a correr en cámara lenta. Escuchó los chillidos de goma de carro frenando en apuros muy cerca, demasiado cerca, seguido por el sonido de un choque , el sonido que todo el mundo espera con los ojos cerrados después de escuchar un gran frenazo.

Cuando abrió los ojos sólo vio venir hacia ella una gran lluvia de hotdogs, chili, cebollitas y papitas que provenía del carrito que chocó un conductor que venía demasiado rapido como para frenar a tiempo. Fútilmente trato de cubrirse con las manos el pelo y la cabeza pero ya era tarde, estaba cubierta de pies a cabeza en una deliciosa mezcla de comida rápida. Había hotdogs por todos lados, hasta uno que como si le hiciera falta, le había caído dentro de la blusa entre los pechos. Entre gente alarmada y gente muriendo de la risa, pensaba “vaya, que bien”, sin saber si reírse o llorar, “... dentro de que promedio de personas caigo en ésta ...”.